Ivan duerme tranquilo, así que voy a aprovechar para deciros hola y contaros qué tal se me está dando esto de la maternidad.
¿Habéis escuchado eso de que hace falta toda una aldea para criar a un niño? No puede ser más cierto. Tengo que reconocer que sin la ayuda de las dos abuelas y todas las tías (las de verdad y las voluntarias) a estas alturas estaría desquiciada. El feliz papá intenta disfrutar de sus ratos con Ivan todo lo que puede, pero como yo, él también está agotado con los cambios de horario y la falta de sueño.
Unas semanas antes de dar a luz le comenté que Marta, una de mis amigas del grupo de ex gordis, decidió dormir en otra habitación durante los primeros meses para que su marido pudiese descansar. Me miró como si estuviese loca y me dijo que ni hablar.
Creo que si se lo volviese a proponer ahora no lo tendría tan claro.
Otra de esos refranes que he podido poner a prueba esta temporada es ese de que los niños vienen con un pan debajo del brazo. Resulta que es verdad. Al menos en el caso de Iván. No de forma literal, claro, sino en el sentido de que estamos teniendo tanta suerte que parece imposible.
¿Queréis un ejemplo? Os voy a contar lo de mi coche nuevo.
Ya os conté que estábamos buscando coches de segunda mano galicia no se distingue precisamente por tener una buena cobertura de transporte público así que esa opción quedaba descartada y más cargando con el capazo, que pesa un quintal.
La sorpresa fue que un vecino de los de toda la vida me ofreció su coche “en préstamo”. Se marcha a trabajar a Florida por un mínimo de un año. No quiere vender el coche ni tampoco tenerlo parado así que hemos llegado a un acuerdo: yo pago el seguro, los gastos y el garaje y a cambio podré usarlo durante todo el año, ¿no es increíble?