La polución, las bajas temperaturas o la radiación solar causarían estragos en la piel sin la presencia de un ‘muro’ biológico en la epidermis, capaz de contener estas agresiones y de garantizar la homeostasis o equilibrio interno. La barrera cutánea, como se la denomina, desempeña funciones clave para la salud de la piel, y por ello muchos tratamientos acne se enfocan en reparar o fortalecer dicha barrera.
En concreto, la barrera cutánea se define como la capa córnea o más externa de la piel, compuesta por lípidos, células y aminoácidos, esencialmente. Su principal cometido es controlar la entrada y salida de líquidos (nutrientes, por ejemplo) y prevenir la deshidratación de la epidermis.
Otras funciones de la barrera cutánea incluyen la neutralización de los microorganismos, las bacterias, los hongos y las sustancias nocivas para el organismo. También reacciona frente a los rayos ultravioleta que causan daños en el cutis.
En óptimas condiciones, esta barrera natural sirve de contención para los radicales libres, moléculas responsables del estrés oxidativo en la piel. Con ello, ralentiza el envejecimiento prematuro, la descamación y otros efectos indeseados.
Para cuidar la barrera cutánea, los expertos en dermatología y acné recomiendan seguir una estricta rutina de higiene e hidratación de la piel. El uso de limpiadores y cremas hidratantes son bienvenidos para conseguir este objetivo.
Excederse en la aplicación de productos y cosméticos es contraproducente, pues eleva el riesgo de que uno o varios de sus ingredientes influyan negativamente en la barrera cutánea, provocando la aparición de sequedad, manchas, erupciones, dermatitis, etcétera.
Aunque la barrera cutánea bloquee parte del daño causado por el sol, una exposición excesiva es negativa para la epidermis. Se aconseja el empleo de protectores solares con un factor o índice alto, de treinta a cincuenta, además de seguir un estilo de vida saludable, por los efectos perniciosos del estrés y la ansiedad en la piel.