Muchas de mis amigas tenían muy claro lo que querían hacer y despertaban en mí un poco de envidia. Pero, en mi caso, no tenía muy encaminado mi futuro: me gustaban demasiadas cosas y ninguna lo suficiente como para tener garantías de que iba a poder sacrificarme al cien por cien. Por eso, cuando tuve la oportunidad de trabajar en la recepción de una clínica dental, acepté para ver cómo era la experiencia: sería mi primer trabajo de verdad tras estar de dependienta en un par de tiendas.
La experiencia fue más que positiva porque descubrí que me gustaba mucho trabajar de cara al público pero en un entorno un poco más ‘serio’ que en una tienda de ropa. Muchas personas llegan con un poco de reparo al dentista y lo mínimo que se puede ofrecer al llegar a la clínica es amabilidad y un trato profesional. También descubrí que podía ser una persona muy empática y la mayoría de clientes se alegraban al verme, tratando de que se sintieran relajados y que se ‘olvidaran’ un rato de que estaban en el dentista.
Y fue así como me llegó una oferta para trabajar en una clínica estética especializada en Liposucción Galicia. Un conocido de la clínica dental estaba buscando alguien para la recepción y consideró que por mi actitud podía encajar bien también en ese negocio. Me dijo que los pacientes que llegan a una clínica estética necesitan sentirse cómodos y la primera cara con la que se encuentran es muy importante para iniciar el proceso con buen pie.
Hay que tener en cuenta que la inseguridad es habitual entre los pacientes que se someten a una operación estética, porque no deja de ser una operación y el quirófano siempre da bastante respeto. La idea me atrajo mucho y el sueldo iba a ser superior así que, finalmente, dejé el trabajo en la clínica dental y empecé en la clínica especializada en Liposucción Galicia. El nuevo trabajo fue un paso adelante en mi vida: mis jefes estaban muy contentos y yo descubrí, no sé si mi vocación, pero al menos un tipo de trabajo que me hacía feliz.